Desde el momento en el que una persona nace, se ve inmersa en un proceso de enseñanzas y aprendizajes el cual perdurará durante toda su vida. Con suerte y mucha dedicación este proceso será facilitado por sus padres, quienes desde el primer momento se encargarán de preparar a su hijo para aprender, brindando el entorno más apropiado para su aprendizaje. El trabajo de los padres radica en fortalecer su mente, su cuerpo, y su voluntad; mientras que el trabajo del hijo radica en estudiar y aprender. Para ello, veremos los tres grandes retos que nos ayudarán a cumplirlos y superarlos.
Uno de los primeros retos es: el desarrollo de la autoestima (MENTE).
Este conjunto de percepciones, sentimientos y pensamientos sobre uno mismo se desarrolla durante los primeros años de vida, por la influencia y relación de los adultos cercanos. La autoestima condiciona el aprendizaje, una alta autoestima favorece el rendimiento escolar y la motivación, mientras que una baja autoestima refuerza los sentimientos de incapacidad y frustración (Alcántara, 1988). Por lo tanto, si se busca aumentar el rendimiento escolar, es necesario en primer lugar aumentar la autoestima. Al enfrentarse con dificultades o fracasos, la autoestima activa los sentimientos de seguridad para enfrentar los retos y confianza de las propias capacidades.
Un segundo reto es: disciplina y formación de hábitos (CUERPO).
Los primeros tres hábitos en la vida son: alimentación, sueño e higiene. Estos hábitos sirven como punta de lanza para generar otros tipos de hábitos que más adelante pueden transformarse en valores y virtudes. La responsabilidad, el compromiso y la laboriosidad son valores fundamentales para el proceso de aprendizaje de un niño, ya que de esta manera se produce una motivación intrínseca para el éxito escolar. Sin embargo, si los padres son muy estrictos, controladores o hasta permisivos; los hijos no desarrollarán responsabilidad.
El tercer reto: La educación emocional (VOLUNTAD).
Entendida como un proceso para desarrollar tanto la inteligencia emocional como las competencias socioemocionales para la vida y potenciar el desarrollo integral de la persona, con la finalidad última de aumentar el bienestar personal y social. La misión para cumplir en la familia es canalizar las emociones positivas hacia la prevención, el tratamiento y el afrontamiento ante las dificultades, de manera que se transformen en verdaderas armas para enfrentar problemas enfocados a alcanzar una mejor calidad de vida.
¿Cómo hacerlo en casa? Cuando evitas que tu hijo realice por sí solo sus labores y responsabilidades, puedes generar en él un sentimiento de incapacidad y falta de confianza. Por lo que en lugar de ayudarlo a hacer las tareas o estudiar para un examen, permítele demostrarte que puede lograrlo solo, aunque esto signifique más tiempo y esfuerzo para él. De esta manera, le permites aprender que tanto los logros como los fracasos son suyos y dependen completamente de su decisión.
Recuerda que la educación de un niño es preventiva. Los papás deben trabajar desde el momento que llega a sus vidas o antes de esto, si realmente estamos conscientes de lo que es un hijo y lo aceptamos.
Así pues, la familia se convierte en un catalizador para la mejora, o en un depredador del aprendizaje para la vida, es tiempo de actuar positivamente…